domingo, 6 de marzo de 2011

EL DERECHO DE LAS BESTIAS

Pablo Picasso

Estoy convencido de que existe una fuerte ligazón y un sinnúmero de aspectos comunes entre cultura y deporte. Desde ya que no es un descubrimiento, ya lo decía el poeta romano Juvenal en tiempos del Imperio: “Mens sana in corpore sano”.
 Las relaciones de las que hablo tienen que ver con el hecho de que las formas de una sociedad se replican, también, en los modos y maneras de practicar una disciplina deportiva. Los campos y pistas de deportes tienden a reproducir –en escala– los comportamientos generales de la vida social.
 Promediando el mes de febrero próximo pasado, los que gustamos del fútbol nos hemos sentido apenados por la grave lesión que sufriera la joven estrella del Racing Club de Avellaneda, el volante colombiano Giovanni Moreno. Según se supo, al cabo de la primera fecha del torneo de la AFA, y luego de haber sido sometido a una sistemática cacería mal intencionada dentro del campo de juego, el talentoso jugador sufrió la rotura de ligamentos de su rodilla izquierda; lesión que le impediría ser de la partida en el resto del campeonato con la camiseta de su club y también lo privaría de vestir la de su seleccionado en la próxima Copa América a disputarse en nuestro país en julio venidero, puesto que la recuperación le demandaría un lapso no inferior a seis meses.
Durante el encuentro en el que se produjo el lamentable hecho, el astro cafetero fue asediado, hostigado y golpeado de manera deliberada por un “colega” rival, el mismo que tampoco escatimó patética vulgaridad al propinarle todo tipo de insultos y amenazas que la televisión registró inequívocamente. Sin dudas, un verdadero despropósito que refleja la crispación que se percibe, también, en la vida cotidiana de nuestra sociedad, la que es sometida a diario a violencias de todo tipo, que van desde las arbitrarias obstrucciones del tránsito, pasan por el desmadre del espacio público y llegan hasta comprometer, o incluso cegar, la vida misma de las personas.
Todo esto, tanto en el deporte como en la calle, sucede bajo el amparo indolente de las autoridades que son quienes deben ocuparse del cuidado y protección de aquellos que, de manera recurrente, son víctimas de la prepotencia pertinaz e injustificable, la que se equipara con el abuso de la fuerza, que es –literalmente– el derecho de las bestias.
Necesitamos nuevos modelos, mejores ejemplos y más confiables paradigmas. José Ingenieros, quien fuera en vida digno de ser encuadrado en las categorías anteriores y uno de los más lúcidos pensadores argentinos, sostenía que sólo existiría solidaridad en una comunidad de hombres si la dicha del mejor a todos enorgulleciese y la miseria del más triste llenase a todos de vergüenza.
Mientras se condene al virtuoso al acicate artero de la agresión y poco o nada se haga por el más vulnerable e indefenso, muy lejos quedaremos de la máxima latina con que abrimos este artículo, pues estaremos hiriendo de muerte a la acertada aspiración de espíritus sanos en cuerpos saludables.

Ricardo Tejerina / 2011