domingo, 26 de junio de 2011

UN AVANCE DE LAS 12 LUNAS DE FEDERICO


Las 12 lunas de Federico
Pinturas de José Curia
Poema de Ricardo Tejerina


         
          Ayer, sábado 25 de junio, a instancias de Isabel Noya, gestora cultural de la muestra, y en ocasión de la presentación en el auditorio de la Municipalidad de Tres de Febrero de la pieza teatral Belisa ya tiene un alma (adaptación de El Amor de Don Perlimplín con Belisa en su Jardín de Federico García Lorca) por parte del excelente Grupo Salamandra, presentamos un avance de lo que será la inminente inauguración de Las 12 lunas de Federico.
         
         Nos pareció muy atinado hacerlo junto a una adaptación de una obra original de Federico, puesto que todos -de un modo u otro- le rendimos tributo al gran poeta andaluz.
        
         A continuación algunas fotos que adelantan lo que se viene.

AZ







Grupo Salamandra

domingo, 19 de junio de 2011

LA RECORRIDA DE LAS 3 y 33

Marcia Schvartz


Rafael: ¿Podría decirme la hora, por favor?
Enfermera: Son más de las tres de la mañana, señor.
Rafael: Son la tres y treinta y tres...
Enfermera: Sí, cada vez que me pregunta la hora son las tres y treinta y tres. Es raro.
Rafael: Será porque usted siempre pasa por aquí a la misma hora.
Enfermera: Seguramente, debe ser por eso. Apropósito, ¿cómo está su mamá?
Rafael: No lo sé, yo sólo espero. De vez en cuando algún médico me dice algo. A veces la veo un ratito durante el día. Es como si en los hospitales a uno le enseñaran a amigarse con la muerte mientras espera que llegue. Usted trabaja aquí, debería saberlo.
Enfermera: Yo sólo estoy de paso.
Rafael: Claro, como siempre, a las tres y treinta y tres.
Enfermera: Es la hora de la recorrida.
Rafael: ¿Hace mucho que trabaja aquí?
Enfermera: No soy tan mayor, creo…
Rafael: No, no lo es, es muy joven en verdad.
Enfermera: Hace frío. ¿Quiere tomar un té? Puedo traerle uno.
Rafael: Me encantaría. La noche se hace larga aquí y no hay mucho qué hacer. Mientras uno toma algo calma un poco la angustia.
Enfermera: Se lo ve muy triste, ahora vuelvo con el té y charlamos un rato. ¡Vamos hombre! No flaquee ahora.
Rafael: Tiene razón. Vaya, aquí la espero.
(De un bolsillo del saco saca un paquete de pañuelos de papel, despliega uno y lo apoya como un improvisado mantel sobre el banco de guardia. Para que no se vuele le apoya un paquete de cigarrillos encima).
Médico de guardia: Mire que acá no se puede fumar…
(Atraviesa el pasillo, aminora el paso, apenas de detiene).
Rafael: Quédese tranquilo doctor, son de la vieja, yo no fumo.
Médico de guardia: Cualquier cosa que necesite, me avisa.
Rafael: Sí doctor, gracias. Estoy esperando a la enfermera. Me va a traer un té. Es muy amable.
Médico de guardia: (Sonríe) Primero debe hallar una mi amigo. Cuando la encuentre, mándela a mi consultorio.
(Continúa su camino).
Rafael: Sí, claro… le digo a la enfermera… Esta chica, bueno, no sé cómo se llama, la enfermera ¿Vio?
No, el médico de guardia, nunca la vio.

Ricardo Tejerina  / 2011

lunes, 13 de junio de 2011

EL HOMENAJE AL ESCRITOR

Sábat


A los escritores, en su día.

En un pueblo perdido del sur de la provincia de Buenos Aires un grupo de parroquianos –junto a las autoridades comunales– decidieron agasajar al escritor lugareño ofrendándole una plaqueta conmemorativa en el día del escritor. A falta de mayor ingenio, en ella grabaron solamente el título de la obra más difundida de este  buen hombre dedicado a las letras (de la que llegó a vender 16 ejemplares a fines de 1965) y se ocuparon de que fuera realizada en un  material noble, acorde con la ocasión. La suerte resultó esquiva porque el escritor falleció sin previo aviso justo el día del homenaje. Luego de arduas deliberaciones, la comisión de vecinos decidió por unanimidad incorporar la placa a la lápida testimonial, para que acompañase el definitivo descanso del difunto polígrafo. De tal modo, los transeúntes del camposanto aún hoy pueden leer: “Aquí yace Marcial Epaminondas”, y debajo, en la placa de bronce agregada: “He estado en lugares mejores”. Casi una confesión…

Ricardo Tejerina / 2011


viernes, 10 de junio de 2011

EL MATEMA

José Curia

No puedo aceptar como posible algo que, previamente, en cualquier tiempo y espacio, no haya sido considerado como totalmente imposible, pues estoy convencido de que la imposibilidad es el fundamento de la existencia humana, mediada sólo por la exactitud matemática, reserva última del poder creador y lugar evidente donde la firma divina está estampada. Si la nada, nada crea, y a pesar de ello todo existe, la refutación de lo imposible va de suyo. A lo que no podemos explicar solemos llamarlo “milagro”; yo tiendo a pensar que más bien se trata de confirmaciones de esto que sostengo, pues sabemos de milagros de todo tipo, pero no tenemos registro de ninguno que modificara el Teorema de Pitágoras. Y esto es así porque milagrear la matemática es discutir la infalibilidad creadora, pero como ello (discutir la infalibilidad creadora) ya fue hecho por el hombre, ha quedado entonces demostrado que es posible, y si lo es, es porque la imposibilidad no es un límite, sino, apenas, una posta.

Ricardo Tejerina / 2011

miércoles, 8 de junio de 2011

EL CAMINANTE

Juan Carlos Castagnino

El hombre caminaba hacia su destino con las manos en los bolsillos y la mirada gacha. Un pesado abrigo y una enmarañada bufanda lo protegían con cierto éxito de la gélida ventisca. A su alrededor lo cercaban las sombras espectrales de edificios sin tiempo. La guadaña lo esperaba cansina, al otro lado de la última calle. De súbito el caminante modificó su rumbo. Y sin saberlo, cambió la seguridad de la muerte por la continuidad de una vida errante.

Ricardo Tejerina / 2011

 

domingo, 5 de junio de 2011

NOSTALGIAS DEL FLOWER POWER

Crédito fotografía Télam

Hay una delgada línea que divide a los campos relacionados en el mundo del conocimiento. Por lo general me gusta más pensar en transversalidades, es decir en todo aquello que atraviesa un conjunto, sin pertenecer a nada de modo preciso, pero que, al unísono, con todo se vincula. Tal vez por ello  mi vocación es cultural.
Hoy hablaremos de educación (y por ende, hablaremos de cultura). Les propongo que reflexionemos juntos acerca del conflicto del Colegio Carlos Pellegrini.
Como todos saben el Pellegrini y el Nacional Buenos Aires son los dos colegios universitarios –dependientes de la UBA– que durante décadas se caracterizaron por la excelencia académica. No son muchos los establecimientos educativos que cuentan con el capital simbólico de ese linaje y esa calidad atribuida a la organización, a los educadores y a los alumnos.
He tenido la oportunidad de conocer (hace ya bastantes años) al último rector del Pellegrini que atravesó su mandato piloteando las tensiones con cierta habilidad, pero con decisiones lábiles a juicio de algunos de sus colegas y superiores. A Abraham Leonardo Gak lo traté en su propio despacho, amplísimo y clásico, como lo es todo el tradicional colegio situado en el Barrio Norte de la ciudad de Buenos Aires.
Al “viejo” (así lo llamaban, con afecto) todos lo saludaban con una palmada, o con un guiño cómplice que él correspondía, o lo invitaban a una charla ocasional y de parado en algún hall, ésas que se repetían por decenas y que sus secretarias interrumpían al llamado de: “Doctor, tiene gente esperándolo en la rectoría hace más de media hora…”.
Así se manejaba Gak. No es que no supiera lo que hacía, sino todo lo contrario; de ese modo conducía el colegio, siendo parte de él, derribando los abismos generacionales con los alumnos, ganándose la adhesión de la estudiantina producto de reconocerle derechos políticos y representativos y hasta facilitándoles algunas fuentes de recursos que servían para el sostenimiento de las actividades del centro de estudiantes. Esta última, tal vez, la menos feliz de sus decisiones, pero en la línea de lo que es un clásico en la UBA y en otras tantas universidades nacionales.
Pero, ese modelo funcionaba sólo con Gak, ya que sólo él lo podía administrar merced al gran prestigio personal del que gozaba, el que servía como dique para sus detractores (internos y externos) y como recurso de negociación con los alumnos, los que estudiaban y se esforzaban para no defraudar al rector al que admiraban.
Lamentablemente, luego de él, lo que surgiría sería el nudo del conflicto. A nadie le gusta que le saquen lo que considera que le corresponde (aunque no le corresponda), más si se le ha dado con cierta generosidad en otros tiempos. Lo que no pueden entender los alumnos actuales del Pellegrini es que Gak ya no está, que soplan otros vientos en la Universidad de Buenos Aires y que el tiempo del flower power modelo Pellegrini no acumula muchos adeptos en el ámbito académico ni tampoco en la sociedad capitalina. Reconocer los contextos es parte del aprendizaje.
Sea como fuere, ha existido a través del tiempo un dispositivo educativo que es áulico, de relaciones verticales de autoridad y de negociación asimétrica. Michel Foucault, el reconocido filósofo francés del siglo XX, definía a la escuela como una institución de secuestro, construida a partir de una lógica panóptica, donde uno (desde una posición diferencial) vigila y decide lo que hacen los demás. Ergo, la relación de poder ejercida por el maestro respecto de los alumnos; la misma que le permite controlar tanto el cuerpo como la mente de los educandos.
Es posible que muchos de los reclamos que tienen los alumnos del Carlos Pellegrini sean no sólo válidos, sino imprescindibles. Pero sucede que deberían darse cuenta de que tomando el colegio e impidiendo el dictado de clases lo que logran es conspirar contra lo mismo que desean conseguir, pues pierden la batalla cultural, la batalla de la opinión. Más aún si la politizan desde afuera y con padres de por medio.
Si algo deberían haber aprendido de un pedagogo como Gak era sostener con el propio prestigio situaciones de tensión. Las que de otro modo están condenadas a fracasar en el intento por la complejidad que supone la edificación de un modelo educativo capaz de enseñar sin oprimir, pero siempre proclive a tornar al esquema clásico ante la ausencia de mentores de la vida. La deuda del Estado, atribulado por facilismos y tentaciones coyunturales, no sólo continúa, sino que aumenta. 

Ricardo Tejerina / 2011