lunes, 15 de diciembre de 2014

LILITHLA, LA CRÍTICA


Por Marita Rodríguez-Cazaux

Luego del éxito de “EL CARNAVAL DEL DIABLO”, que agotó edición 2013, el escritor argentino Ricardo Tejerina presenta una nueva novela, “LILITHLA, LA TENTACIÓN TIENE NOMBRE DE MUJER”, con Prólogo de Julio Carreras, comprometido periodista, escritor y poeta nacido en Santiago del Estero.

Si el título no fuera suficiente para movilizar, la portada (tapa y contratapa) que ilustró el artista plástico Rubens Ettomi, tienta a penetrar en los cincuenta capítulos del thriller que remata en sustancioso Epílogo, aunando dos opuestos, INCIPIT, primeras palabras de un documento, y FIN, su extremo contrario, EXCIPIT.

“En el comienzo…” anuncia el Libro de los Libros, para ubicar el cosmos temporal en el plan de Dios, y agrega que, después de la creación gloriosa del universo, “creó Dios al hombre a su imagen y semejanza. “A imagen de Dios los creó. Macho y Hembra los creó.” A continuación, los bendice y los invita a “ser fecundos y multiplicarse”. 

Luego -es decir, después de haber sido documentado este episodio en el texto bíblico-, relata que Yavhé, en la escenografía del bello Paraíso, dispuso que “no es bueno que el hombre esté solo”. Así pues, haciéndolo caer en un profundo sueño, toma una de las costillas del cuerpo viril y forma a Eva, a la que presenta ante el hombre, quien exclamó: “Ésta sí es hueso de mis huesos y carne de mi carne, será llamada varona porque del varón ha sido tomada”.

Ahora bien, ¿qué hace clamar a Adán, “Ésta sí…”, si en verdad Eva fuera la única? ¿No es acaso expresión tácita que refiere a <Otra/Aquella/La>, creada como antes se dijo “a imagen y semejanza”?

A partir de estas referencias, transcurre la fenomenal novela de Ricardo Tejerina, con un elenco de personajes que enfrentan el destino propio y batallan sus cielos y sus infiernos.

El Paraíso, es el mundo habitado en época contemporánea donde transcurren las pasiones y los desencuentros del elenco que rodea a Lilithla (la, femenino y singular) y a Adam. 

El simbolismo, emerge desde mitos y leyendas e integra significativos elementos. Así, las tribulaciones de Magdalena y Cristian, el nacimiento de Lilithla, la aparición de Samael. El encuentro de la bella Lilithla y el joven Adam Smartfin, docente de la cátedra de Historia de la Cultura en Universidad del Santísimo Salvador. La atractiva Cristal, confidente y amiga de Magdalena, con quien la niña mantendrá una sólida relación. Miguel, Natividad y sus relaciones con Boris Olenkov y Amílcar Carvalho.

En el Capítulo 12, aparecen los significados de nephilims y lilims, y una frase que hay que llevar presente en la lectura de los siguientes capítulos “la primera mujer es la que engendra a la última”[…] aquella primera, la concreta heredera, […]la más negada y omitida, la más repudiada y prostituida, la más renegada y libertaria[…]”.

Otro párrafo en boca de Cristal, en el Capítulo 24, “[…] Luzbel es un enigma en sí mismo, y la incertidumbre es su terreno […] la imprevisibilidad está en su naturaleza”, aporta suspenso sobre el avatar que espera a Lilithla, quien deberá limitar su poder con ayuda del amor. 

Por el Capítulo 33 (acertado mensaje de numerología), dos personajes descubren en el ordenador un escondido nombre femenino. En ese momento se descarga una lluvia impiadosa que golpea los vidrios de la ventana, un diluvio casi universal que relampaguea sobre la lumínica pantalla de la computadora y agita las aguas de las suposiciones. 

En la página 114, filosa descripción de Luzbel, y su propio pensamiento, “pobres criaturas salvajes” paseando su mirada por la disco, antes de subir a la limusina negra e impartir una orden que traerá minucioso entramado. Más adelante, página 160, la reflexión de Luzbel, ya no tendrá la misma fuerza “[…] de pie, implorando que lo viera —Ya no me ve, ya nada será como ha sido y todo será como entonces. Es una cruel paradoja, hay victorias que engendran derrotas y viceversa… […]”y se anonadará, para luego, desandar sus pasos y marcharse por donde había venido. 

Genial habilidad para recrear, en el Capítulo 48, la atmósfera en la que Lilithla y Adam, trasvasan su propio Paraíso sensual. A esta altura de la novela, los sucesos orientarán a un ritual que llevará al cierre, del que participarán cuatro de los protagonistas, orientados en cruz hacia los puntos cardinales.

Aquí me planto, un crítico literario que se precie no debe desnudar el desenlace y, mucho menos, el de novelas de suspenso. No quisiera cometer este pecado capital, por temor a que se me obligue a purgarlo por toda una Eternidad. 

Dispénseme misericorde, el Lector Amigo, y permítame un apunte personal sobre el Autor.

Ricardo Tejerina, tiene claro el mapa de escritura, no pierde el hilo conductor y cada personaje desarrolla cabalmente, pasado, presente y futuro. Lo hizo en la novela anterior, lo hace ahora. Es decir, hay tela para cortar y Tejerina sabe cómo hacerlo. 

Estas sintonías logran que se avance con buen ritmo. Aquí, hagamos una aclaración: cuando el Lector apenas apoya la punta de su paso sobre el texto, es porque la narrativa, no permite otra marcha y el relato peca de insustancial, se trata de una historia “sobrevolada”. Por lo que hallar el punto que corresponde a transitar gozosamente la lectura, dejando huella al pasar por los renglones, es un logro que otorga altura literaria. Y, Ricardo Tejerina, la tiene con largueza.

No resta más que exhortar al Lector, a conocer de cerca y sustancialmente, a “la única capaz de producir el sincretismo entre lo humano y lo divino”. La que se resistió, celosa de su independencia, a no vivir sino tal como fue creada, “a imagen y semejanza”.


“LILITHLA, LA TENTACIÓN TIENE NOMBRE DE MUJER”, de Ricardo Tejerina.
168 Páginas - Editorial Dunken (2014).
http://www.dunken.com.ar/web2/libreria_detalle.php?id=13894

sábado, 6 de diciembre de 2014

HABLEMOS DE CUENTOS

Julio Cortázar y Jorge Luis Borges

En esta entrega el autor analiza y repasa algunos de los mejores cuentos de la literatura argentina y universal. Digno broche para cerrar la cuarta temporada de El Ojo Críptico.

Hace unos días, la editorial con la cual trabajo (Dunken) me convocó para realizar durante el primer trimestre del año próximo una “clínica de cuentos” junto con la colega Marita Rodríguez-Cazaux, en el marco de su programa ROI (Recepción de Obras Inéditas). El propósito de una actividad como ésa es brindarles a los participantes un conjunto de herramientas (teóricas y prácticas), para que en base a ellas puedan realizar su propia obra y publicarla.

Ya no se trata de un trabajo libre y autodidacta, sino de una elaboración guiada a partir de una cantidad de premisas establecidas y competencias adquiridas. Es, en suma, un salto de calidad y al mismo tiempo una armonía compositiva por parte de un colectivo con motivaciones uniformes (en este caso, autores participantes de una “clínica”).

El interesante proyecto me llevó a bucear en el género en cuestión y rescatar una cantidad de textos y autores que –a mi humilde juicio– no sólo son ideales para la ejercitación, sino voces preclaras de la literatura moderna y contemporánea. 

He confeccionado, pues, una ajustada nómina de escritores (mayoritariamente argentinos) que han descollado como cuentistas. Sin que su enumeración responda a un orden de prelación, mi selección de autores es la siguiente: Jorge Luis Borges, Rodolfo Walsh, Leopoldo Lugones, Julio Cortázar, Eduardo Ladislao Holmberg, Horacio Quiroga y Edgar Allan Poe. 

He preferido a los autores nacionales, es cierto, pero no podía evitar a Quiroga (uruguayo) ni tampoco al bostoniano Poe. Justamente, uno y otro son autores de algunos de los cuentos que más me han influido e impresionado (en todo el sentido de la palabra) y tal vez también sean ellos imprescindibles referencias a seguir en el mundo de la narrativa, merced a la valía de sus obras y a la singularidad de sus estilos.

Por caso, considero que “El extraño caso del Señor Valdemar” ("The Facts in the Case of M. Valdemar", 1845) de Edgar Allan Poe (1809-1849), es una de las obras cumbre del género. Está claro que del “maestro del cuento” pueden citarse una gran cantidad de relatos y no fallar con ninguno. Quién no pondría entre sus favoritos a: “La carta robada”, “El tonel de amontillado”, “El enterramiento prematuro”, “Los crímenes de Calle Morgue”, “La caída de la Casa Usher”, “El gato negro” y tantos más…

En cuanto a Horacio Quiroga (1878-1937), confieso que el autor de “El almohadón de plumas”, “La miel silvestre”, “La gallina degollada” y “A la deriva” entre otros, junto a Walsh, son mis favoritos. Del uruguayo tengo el recuerdo de la escuela primaria y secundaria de aquellos muy difundidos y maravillosos Cuentos de la selva y Cuentos de amor de locura y de muerte, textos que hacen de Quiroga uno de los autores más populares y leídos hasta la actualidad. ¡Y vaya que eso sí es justicia! Del segundo libro, recomiendo fervientemente un cuento titulado “El solitario”; en él Quiroga despliega todo su talento como cuentista, pero adicionalmente le imprime una sutileza descriptiva y halo poético a la crueldad de la historia, que, además, lo revela como un cultor de sentidos que trascienden a la ya de por sí excelente narrativa que lo caracteriza.

Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Leopoldo Lugones y el ya mencionado Rodolfo Walsh, conforman un póker de ases de calidad superior. Todos cuentistas de fina pluma aunque diferentes entre sí, devienen capaces de remontar cualquier historia. El mentado cuarteto nos ha dejado algunas piezas que resultan paradigmáticas. 

De la obra de Borges nombrar sólo algún cuento es tropezar con una inopinable mezquindad o debilidad de conocimiento de su obra. Vaya pues Ficciones completo y también El Aleph. Si algo es preciso destacar del ganador del Premio Cervantes en 1979, es la creación de la narrativa apócrifa, que no es otra cosa que presentar sus textos de ficción con una verosimilitud que logran hacer que el lector cruce la frontera de la realidad y desconozca desde ese preciso momento sus certeros límites.

Cortázar, Lugones y Walsh, nos han legado obras magníficas. El genial Julio las hizo todas. Desde algoritmos insólitos como “Instrucciones para subir una escalera” hasta relatos inolvidables como “Casa tomada” o “El hijo del vampiro”. Por su parte, Leopoldo Lugones (en cuyo homenaje se celebra el “Día del escritor”) con su cuento “Yzur” (que trata sobre el afán del protagonista por hacer hablar a su chimpancé) dejó lo que muchos consideran como el mejor relato de la literatura argentina. En tanto, Rodolfo Walsh descolló con cada uno de sus cuentos de atmósfera negra. El volumen Cuento para tahúres y otros relatos policiales es de lectura casi obligatoria para cualquiera que pretenda aproximarse al autor desaparecido por la última dictadura. 

Para el final, a propósito, dejé Eduardo Ladislao Holmberg (1852-1937). Tal vez el menos conocido de todos los autores nombrados, pero no por ello menos diestro. Holmberg, que era médico y naturalista de profesión, volcó todos sus conocimientos científicos en su obra literaria. Convengamos que el siglo XIX y su rémora se caracterizaron por un deslumbramiento por la ciencia y el transitar por las fronteras de la misma. Así fue que este escritor argentino concibió al menos dos cuentos que por derecho propio están en el panteón de nuestra literatura: “La bolsa de huesos” y “Horacio Kalibang o los autómatas”. Búsquenlos en la web, no se van a arrepentir.

En síntesis, este acotadísmo repaso por el género emblema de la narrativa vino justamente “a cuento” por la sabia intención de Editorial Dunken de realizar el año próximo una “Clínica de Cuentos”. Enhorabuena por el emprendimiento, pues ya lo decía Bioy Casares (otro de nuestros grandes narradores): “El propósito fundamental de la profesión de escritor es contar cuentos”. 

¡Felices fiestas! Nos reencontramos, Dios mediante, el año que viene en este mismo lugar.

Hasta la próxima mirada.
El Ojo Críptico


sábado, 29 de noviembre de 2014

PRÓLOGO PARA EL LIBRO DE LOS TALLERES XXV



Pensaba en la importancia del “taller”, ese lugar donde las cosas se transforman, se arreglan o se producen. Y pensaba en la relación entre el “taller” y la literatura...

Sabrán ustedes que el primer libro que salió de la imprenta de Gutenberg en el siglo XV –o sea del “taller” del impresor alemán– fue La Biblia (en realidad el primero fue el Misal de Constanza, pero asumiremos como primigenio al que la tradición oral y escrita le asigna ese privilegio). Y sabrán también que La Biblia nos dice que San José, el esposo de la Virgen María, era un carpintero que desarrollaba su tarea –justamente– en el “taller”, lugar éste donde el mismo Jesús moldeó su carácter y aprendió el oficio paterno. Ergo, el “taller” es el lugar donde acontece todo lo que dijimos al comienzo de estas líneas, pero también es el lugar donde ha de forjarse el ser, nada menos.

Y de eso se trata El Libro de los Talleres, de “ser escritor”. Esta prolífica colección de Editorial Dunken cuenta con el presente libro, orgullosos veintiséis volúmenes y un sinnúmero de obras y autores publicados. ¡Enhorabuena!

En los cientos de páginas acumuladas hasta la fecha han quedado indelebles poemas y relatos de aquellos que, siguiendo la huella de los grandes, le dieron un nuevo sentido a un verso colorido o nos sorprendieron con un final inesperado en un cuento imprescindible.

También, muchos colegas brindaron su testimonio con forma de prólogo; continuando así la senda inaugurada por María Granata –autora del prólogo del primer volumen– que por una sabia decisión editorial se replica en cada nueva edición, a manera de enseñanza perenne y sentido tributo.

Fíjense, entonces, cuánto encierra esta asociación de “taller” y literatura. Y cuánto podemos bucear en la continuidad de lo escrito y concluir que día tras día vamos a buscar al “taller” al que fuimos ayer, para salir convertidos en lo que somos hoy.

Les decía pues, que pensaba en la importancia del “taller”… Y vaya que la tiene, ¿no creen? 

Seguir honrando el arte y oficio de escribir, es la tarea.

RICARDO TEJERINA
Buenos Aires, octubre de 2014



lunes, 24 de noviembre de 2014

LILITHLA YA ANDA SUELTA

Rubens Ettomi y Ricardo Tejerina

Ayer, domingo 23, se presentó la nueva novela de Ricardo Tejerina, LILITHLA - La tentación tiene nombre de mujer (Dunken, 2014). Seguidores, fans y colegas colmaron el café literario del club 'J. J. Urquiza' de Caseros. La fiera está suelta.

Con gran marco la historia de la "primera mujer" conoció su bautismo público. Ya disponible, la nueva novela de Tejerina, espera seguir los pasos de la anterior propuesta del autor, El Carnaval del Diablo, que fue un éxito de "boca a boca".

En este thriller, el escritor argentino desarrolla una trama de intrigas, misterios y persecuciones en busca de la redención final. Pura ficción en un contexto de absoluta realidad. Locaciones, definiciones científicas y metafísicas, ritos y mitos le sirven al autor para darle carnadura a un relato convincente que a lo largo de sus páginas nos hace creer y convencernos de que existe una conflagración humana y divina que se debate entre nosotros.

En la mesa del café literario del Urquiza, Tejerina con su conocido tono analítico y reflexivo dijo: "Escribí esta novela pensando que el mundo debió haber sido mejor. Se me ocurre que si algo hubiera sido distinto en el origen, muchas cosas serían diferentes en la actualidad... ¿Cuál es el destino de una humanidad ganada por la crueldad y las miserias más terribles? Lilithla es un poco una metáfora del destino humano. Pero claro que también es una aventura que se propone entretener. No concibo la idea de una literatura que no resulte una compañía para el lector".

Con la impecable producción de la gestora cultural Isabel Noya y la participación del artista plástico Rubens Ettomi (ilustrador de tapa y contratapa del libro), la nueva propuesta de Editorial Dunken vio la luz. Lilithla está suelta. Enhorabuena.


viernes, 14 de noviembre de 2014

PRÓLOGO PARA ENTRELAZADOS


De pronto me he puesto a pensar en el sentido que tienen los recuerdos. Quise ahondar en esas figuras, en esas amalgamas retrospectivas que anidan en nuestra mente y en nuestro corazón. Hay recuerdos de distinto tipo, es cierto, también hay maneras de hacer emerger los que nos gratifican y dejar que se corran hasta lo recóndito aquellos que más nos lastiman y duelen. El tiempo suele ser nuestro aliado muchas veces: morigera las penas y en ocasiones hace que evoquemos como grandes gestas a pequeñas labores. ¡Y está bien! Nuestros recuerdos son parte de la construcción de nuestra identidad, tenemos el derecho de permitirnos algunas licencias, sin por ello dejar de ser veraces.

Pues, entonces, ahora que los autores de este libro me han distinguido (mucho más que generosamente) invitándome a prologar la primera edición de Entrelazados, yo me permitiré confiarles mis recuerdos de aquel día tan especial en que la Providencia empezó a tejer este feliz desenlace.

Se trata del 11 de mayo del año en curso. A sala desbordante, en la 39na Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, presentamos Letras del Face: compilación de cuento y poesía realizada con mano diestra por mi querida amiga y colega Marita Rodríguez-Cazaux, y que fuera publicada por Editorial Dunken dentro del programa de promoción y difusión de nuevos autores que la Casa lleva a cabo desde hace más de una década.

Ciertamente, Entrelazados surge de allí. ¡Enhorabuena! Pues, es la feliz coincidencia de un grupo de pujantes poetas y cuentistas que decidieron tomar el destino en sus propias manos, construir la senda por la que caminan, y poner en valor –y en libro– el fruto de su trabajo e inspiración que son sus obras.

Recuerdo la calidez de aquel encuentro, la luminosidad impecable de la Sala Victoria Ocampo (tal vez una de las más bellas de toda la Feria, ¿no creen?), el orgullo legítimo de cada autor, la felicidad en los rostros de familiares y amigos de cada uno de ellos, y la sencillez y armonía de todos los que hicieron posible aquella celebración…

Celebración, ¡tal cuál! Suelo decir cada vez que me toca presentar un libro que se trata de una celebración, y sé que aun reiterada, esa sincera costumbre no pierde su dulce sabor. Me gusta decirlo así, y me encanta mucho más cuando veo infinitos rostros que me devuelven un asentimiento cómplice con un gesto, una mirada, o una sonrisa. 

Y como de celebraciones hablamos, Entrelazados también lo es. A la destreza y competencias literarias, los autores aquí reunidos le han incorporado la capacidad de gestión. Se han organizado para hacer trascender sus producciones. Formaron un colectivo de sentidos y se volvieron pioneros de sí mismos. De por sí, eso ya constituye un logro singular.

Pero, esencialmente, este libro contiene cuentos y poemas que el lector hallará diseminados aleatoriamente entre las páginas y que ya forman parte de la continuidad histórica de lo escrito que acredita jóvenes cinco mil años. Del modo más sincero, me llena de satisfacción, pues sé que este libro buscará a sus compañeros: quizás viajará en una valija, o dormirá sobre una mesa de luz, o será testigo de un amor, o tal vez confidente de algún llanto. En buen romance, cumplirá con su destino.  Y está bien.

Quiero terminar estas líneas introductorias como empecé, recordando, pero de otro modo. Bioy Casares decía que el propósito fundamental de la profesión de escritor es contar cuentos; por su parte Borges señalaba que la poesía ante todo debía emocionar; no falto a la verdad si les adelanto que aquí, ambas premisas están cumplidas.

RICARDO TEJERINA
Buenos Aires, septiembre de 2013


sábado, 8 de noviembre de 2014

LES PRESENTO A LILITHLA



Llega la nueva novela de Ricardo Tejerina. Como con El Carnaval del Diablo, Editorial Dunken vuelve a confiar en el autor publicándolo dentro de su catálogo institucional. Aquí el avance de una historia que mixtura la aventura y el enigma mítico.

Por estos días se estará presentando mi nueva novela, Lilithla – La tentación tiene nombre de mujer. Por avatares del destino y de las decisiones editoriales, se publica dos años después de El Carnaval del Diablo (Editorial Dunken, 2012), que –por cierto– fue escrita posteriormente.

Me gustaría en esta habitual columna cultural, compartir con todos ustedes algunos pormenores de la obra, puesto que me parece interesante poder contar lo que hay entre bambalinas de una novela, las motivaciones para escribirla, las fuentes consultadas, los propósitos, y otras cuestiones que también hacen al texto, aunque generalmente pasan inadvertidas.

“Lilithla” es lo que podríamos denominar un thriller. Una aventura, que incluye misterios, persecuciones, enigmas, traiciones e incertidumbres de los personajes. Pero, detrás de ese frenetismo aventurero subyace una aproximación a aspectos metafísicos, religiosos y míticos. De hecho, la novela está basada en un mito de larga tradición, el de Lilith, que según esos relatos de condición sagrada o apócrifa según se miren, fue la primera mujer. Es decir, que partimos de la idea que en la Creación hubo una presencia femenina que antecedió a la Eva bíblica. 

Este contexto que envuelve a la novela fue muy bien advertido y descripto en el prólogo por mi estimado colega Julio Carreras (escritor y periodista oriundo de Santiago del Estero). Julio, tuvo la deferencia de prologar esta edición, y su aporte resulta tan valioso, que sinceramente les pido a aquellos que se adentren en el texto que no lo hagan sin leer primero las palabras del prologuista. No encuentro un mejor introito que el que Carreras ha tenido la gentileza de hacer a mi pedido, ya que brinda un conjunto de datos y saberes propios de un estudioso –como en verdad lo es– de cuestiones trascendentales profundas y de antiguos y asombrosos arcanos.

Volviendo a la novela, les comento que comencé a escribirla en 2009. El descubrimiento de los misterios que rodeaban a Lilith me llevó a urdir una trama que rescataba el mito tradicional, pero que a su vez lo transportaba a la actualidad. Imaginé que aquella Lilith invisibilizada por la historia sacra, bien podía tener el derecho de reclamar su lugar, y que su negación pudo implicar una original conspiración que derivaría en una actual conflagración. De allí surgió la frase utilizada en la promoción: “La batalla final entre el Cielo y la Tierra se librará entre nosotros”. 

Pero, ¿por qué una batalla?, y ¿por qué entre el Cielo y la Tierra? Ocurre que Lilith fue –según el relato mítico– la primera mujer de Adán. Fantástica y rebelde, la digna Lilith nunca aceptó la dominación ni la supremacía del hombre. En términos contemporáneos, podríamos asegurar que Lilith fue, entonces, la feminista fundacional. Borrada de la historia sagrada, se la vinculó pues con el demonio, y son innumerables las menciones que la definen como vampiresa o demonio femenino, lasciva, cruel y reina de los territorios oscuros. 

Al rescate de esa Lilith, va pues esta novela. Siempre consideré la lógica consecuencial: ésa que hace que el mundo se mueva por causas y efectos. Un pequeño cambio, una sutil alteración y todo puede ser modificado radicalmente. ¿Pudo, entonces, haber otra humanidad? ¿Habría una chance de cambiar el mundo si reparásemos lo que se rompió en el origen? He allí las preguntas que motivaron esta propuesta. 

La trama llevará a conocer el derrotero de la protagonista, desde su nacimiento hasta la fascinación, a la que he decidido llamar “Lilithla” como tributo a la Lilith original y el agregado del artículo femenino “la” al final, como condición de género.

Aparecerán en los sucesivos capítulos (cincuenta, más prefacio y epílogo) ángeles y demonios, más hombres y mujeres de carne y hueso dispuestos a correr todo tipo de riesgos y contra reloj, para cumplir sus cometidos. La historia transcurrirá en diferentes locaciones, muchas de ellas reales, verosímiles y perfectamente reconocibles, y otras ideales y fantásticas. No obstante, la mayoría de las explicaciones, exposiciones y conjeturas, tienen mucho de rigor verídico y aquéllas que no, sólo están separadas por una delgada línea que torna difuso el discernimiento.

El propósito de esta novela, es divulgar (un poco) y entretener (bastante más). Allende algunas otras pretensiones, sinceramente creo que la literatura contemporánea no debe soslayar la idea de convocar al lector desde un lugar llano y proponerle un relato que haga volar su fantasía y –de ser posible– le dispare unos cuantos interrogantes, merced a un convite digno.

Les confieso que he disfrutado escribiendo Lilithla, por lo que espero que los lectores puedan también acercase a ella con ese fin. Esta suerte de confesión de autor es un poco una devolución anticipada a todos aquellos a los que les despierte curiosidad el tema de esta novela, que mucho tiene que ver con la búsqueda de la redención y de hallar –por fin– el propio destino. Aprecio, sinceramente, la posibilidad de poder comentar sin intermediarios los pormenores del texto y a la vez por esta vía poder invitarlos humildemente a su lectura. 

No podría concluir estas líneas sin agradecer a los muchos que hicieron posible este nuevo lanzamiento: a todos muchas gracias.

Sólo me resta ver partir a Lilithla y dejarla libre, como ella siempre lo quiso.

Hasta la próxima mirada.
El Ojo Críptico


viernes, 31 de octubre de 2014

DEUDA DE SANGRE

Ernesto de la Cárcova

       La noche anterior, cuando Gómez se iba del garito, escuchó al negro Alonso, un matón conocido que ya se había cargado algún cristiano, decir:
-          Quedé en ir mañana a las cinco de la tarde a lo del gordo Papalardo… le debo cinco mil pesos, me va a esperar sentado, en un rato me rajo para Montevideo, tengo a la yuta en los talones…

- - - | - - -

La última calle la caminó despacio. Era invierno, el hombre llevaba sombrero, bufanda y guantes. El peso que sentía en el bolsillo derecho del pantalón le recordó que traía todo lo que debía para saldar su deuda. Por un instante, pensó en volverse, pero desistió de la idea, a fin de cuentas ya había llegado.
 Apoyado en el escalón de la entrada hizo sonar el timbre dos veces. Unos ojos yertos asomaron detrás del postigo. Con cierto desgano y titubeo, una mujer abatida le franqueó la entrada. Él, con la voz ligeramente cascada, sólo dijo: Soy Alonso –si bien se apellidaba Gómez–.
Conocía el camino. Ya había estado allí, aunque hacía mucho tiempo. En el fondo del descuidado patio, cuarenta metros después de la entrada, una puerta entreabierta lo esperaba.
-          Por fin llegaste Gómez, te demoraste, hoy esperaba a otro. ¿Viniste disfrazado? –le dijo un hombre obeso, que aguardaba sentado en un banco enclenque.
-          Hace frío respondió el recién llegado–. Y agregó: Con respecto a la demora… no alcanzaba a reunir lo necesario, no fue fácil.
El gordo Papalardo se incorporó y con familiaridad le puso una pesada mano sobre el hombro izquierdo, al tiempo que con la otra le acicaló la bufanda.
-          Bueno, ambos sabemos que las deudas de juego se pagan. Aunque, esta vez, no se trata de dinero… –le espetó el corpulento hombre.
-          Siempre lo hice, soy buen pagador, nunca me quedo con lo que deja de ser mío. Sucede que ahora me reclamas algo que es de la Yoly… –respondió Gómez.
-          No te reclamo nada que tú no hayas puesto en juego. Dame las tres cadenas de oro, incluso la que tiene el dije partido, y puedes irte por dónde has venido –insistió Papalardo, demostrando que conocía muy bien lo que había ganado.
-          Te has vuelto huraño con los años. Aún no toleras que ella me haya elegido a mí y te dejase… Es todavía una mujer hermosa, quizás sea lo único valioso que gané en toda mi vida… y sabes que ni siquiera estaba en juego, simplemente, tú la perdiste. Aquí tienes las cadenas –y el hombre extendió su brazo con las tres, dentro del puño apretado.
-          ¡Eres un bastardo! Nada más recupero lo que es mío. Yo las gané en buena ley. Esa percanta, ya no está conmigo, ¡pues entonces las cadenas de oro vuelven a mí! –sentenció el acreedor y abrió su mano para recibir la valiosa y dorada paga.
Gómez lo miró fijo. Sintió que esa última ofensa lo justificaba aún más. Luego, se dispuso a darle las cadenas. Al entregárselas, comenzó a presionarlas sobre la palma del hombre que, nervioso, intentaba zafarse. Éste, casi lívido le recriminó:
-          ¿Qué haces, imbécil?
-          Te doy tus cadenas, incluso la del dije partido, tal como lo deseabas…respondió el deudor, mientras aumentaba la presión, siempre con sus duros guantes puestos.
Gómez sintió como el dije, partido y filoso, se le incrustaba en la carne al robusto hombre que luchaba por soltarse. De pronto, un rudo y certero cabezazo, hizo que Papalardo, inconsciente, se desplomase golpeando mortalmente su humanidad contra el piso. Un hilo de sangre sentenció ese último juego, en el que uno de los dos lo perdió todo.
Sin muestra de piedad alguna, Gómez tomó las tres cadenas, quitó de un tirón el dije partido y ensangrentado, y otra vez atravesó el largo patio, ahora con destino de salida. Una vez en el vestíbulo miró a la mujer desgarbada de ojos ciegos y lamentó su destino de paupérrima ama de llaves. Se le acercó y puso entre sus manos, delicada y cuidadosamente, cada una de las tres cadenas de oro.
Ella, lo buscó en vano con su mirada extinta.
-          Soy Alonso, sólo vine a pagar, nunca me quedo con lo que ha dejado de ser mío… –dijo Gómez, con la voz ligeramente cascada.
Luego, observó su reloj, marcaba las cinco y veinte… Ya en la calle, arrojó el dije por una alcantarilla y, pensando que, de ser necesario, Montevideo siempre es una buena opción, por donde vino, se marchó.


Ricardo Tejerina / 2009


martes, 7 de octubre de 2014

ABSURDAS RAZONES PARA NO AMAR

Salvador Dalí

Llenaré los versos rotos de este poema extremo
con palabras que me lastimen los ojos con sus sonidos roncos.
Me abrumo con la bruma de tu hartazgo,
desmirando a través de la ventana de los vidrios rotos.
Mientras tanto, envuelvo los sueños de ayer con el diario de hoy,
ese mismo que mal vende nuestra historia a precio vil.
Desnuda de palabras estás ante mí, travestida de llanto…
Y yo, que sólo vine a hablar por teléfono,
en la alacena guardé tu olvido y en la heladera tu corazón;
sin lunas, sin tiempo, sin esperanzas,
inventando –otra vez– absurdas razones para no amar.

Ricardo Tejerina

domingo, 5 de octubre de 2014

NOCIONES DE LIDERAZGO Y CONDUCCIÓN EN EL MOVIMIENTO DE TRABAJADORES


El autor participó entre el 17 y el 23 de agosto pasado en el Seminario-Taller Internacional “Un nuevo liderazgo en el Movimiento de Trabajadores del Cono Sur”, realizado por la Universidad de los Trabajadores de América Latina (UTAL) “Emilio Máspero”, en Praia Grande, San Pablo. En esta entrega compartimos el documento final que presentara en dicha ocasión.

Teorías y prácticas para la construcción de un nuevo paradigma

Como en cualquier disciplina, cuando analizamos el liderazgo y la conducción, en este caso específicamente en el movimiento de trabajadores de América Latina y el Caribe, y más particularmente en la República Argentina a través de este ensayo, debemos definir el concepto inicial del cual partimos. Eso, no sólo facilita el desarrollo de la idea, sino que orienta al receptor en el sentido que pretendemos.

Pues bien, diremos entonces que en base a las fuentes teóricas y la experimentación práctica en la realidad, el liderazgo es en sí, una CUALIDAD. De este modo podemos asumir que también es un VALOR, pues el líder liderará a través del ejemplo (actos) y la palabra (prédica). Por su parte, la conducción y más concretamente el acto de conducir, es una CAPACIDAD, o sea una acción que bien puede optimizarse y aprenderse para su mejor aplicación y desempeño.

Sin embargo, no debemos escindir al liderazgo de la conducción, sino -luego de comprender las diferencias- tomar a ambos como un conjunto virtuoso que actúa de modo complementario y sincrónico, para formar a partir de su imbricación un sentido que los necesita juntos y combinados.

Esto es así porque debemos entender que cuando hablamos de liderazgo y conducción, lo que hacemos es hablar de un VALOR EN ACCIÓN.

Veamos la diferencia entre un líder y un jefe. Ambos están al frente de un colectivo. Sin embargo el jefe se reduce simplemente a dar órdenes, individualiza su función y se limita a IMPARTIR, no aporta valor a su actividad, sólo la realiza, a veces bien, a veces mal, medirá su gestión por el éxito (propio) o el fracaso (ajeno), no más. Por su parte, el líder enseña, escucha, aprende, desaprende, reaprende y colectiviza, su propósito es COMPARTIR. Tiene mejores posibilidades de acierto, y en el caso de caer en el error también tomará al mismo como parte del proceso de aprendizaje. ¿Cuál es, entonces, nuestro modelo? 

En el movimiento sindical argentino hay una lógica vertical y reticente a los cambios. Eso se expresa en la continuidad más o menos constante de un modelo sindical que eterniza direcciones y prácticas.

En la mayoría de los casos, las renovaciones no son producto de la superación política, sino del envejecimiento vegetativo de la clase dirigente y dominante, pero esto no anula -sin embargo- la resistencia.

Hoy día, la lucha de clases en términos marxistas, como bien se apunta en el documento "Nuevas tendencias del sindicalismo para el siglo XXI", utilizado en el Seminario - Taller realizado en Praia Grande (2014), continúa librándose, pues el campo social sigue siendo el lugar del conflicto y las tensiones; pero ya no es sólo entre clases, sino también intraclases. Dentro de la propia clase trabajadora se suceden tensiones y debates, conflictos y polémicas, y los sindicatos deben mudar para no ser reemplazados o “alternativizados” por otro tipo de organizaciones más o menos formales que buscan empoderarse y legitimarse.

De momento que nos planteamos "un nuevo liderazgo en el movimiento de trabajadores", lo que asumimos de suyo es que también hay "un viejo liderazgo" que debe ser reemplazado por un nuevo PARADIGMA. Esa situación es la clara evidencia de una lucha intraclase, y ésta es asimismo -y a no dudarlo- tan necesaria como oportuna.

Ese nuevo norte en cuanto a liderazgo y conducción encuentra fundamentos en la alegoría que nos plantea el documento "Remar mar adentro", utilizado en el Seminario - Taller que tuviera lugar en Bogotá (2013). En él, a través del sentido figurado, se ponen de manifiesto todas las exigencias que rodean al líder y al equipo dentro de una organización. Cada cuál debe atender su rol (misión) y servir al conjunto y a los objetivos (visión), de modo tal que todos son INTERDEPENDIENTES. Por lo tanto, la acción individual reporta a un colectivo, y éste se vale de las mejores competencias y habilidades de sus miembros, en pos de ser efectivo, eficaz y eficiente, ajustado a valores y principios.

El nuevo liderazgo implica un salto en la calidad representativa y una firme convicción transformadora. Pero éste no surgirá espontáneamente, sino como producto del proceso de aprendizaje en base a la renovación de los CONTENIDOS y la reafirmación de los VALORES, en la formación de los NUEVOS DIRIGENTES que necesitamos, principalmente mujeres y jóvenes.

Hasta la próxima mirada.
El Ojo Críptico


viernes, 19 de septiembre de 2014

CONFESIÓN DE PARTE

Edvard Munch

Te robo las palabras de tu boca
con un beso lascivo, penetrante.
Me apodero de tus huesos y tu carne
probando, así, el sabor del aquelarre.

Enredado en palabras que te nombran
me revuelco entre sábanas manchadas.
La sangre llega al río y tiñe el alba
cuando el dolor sucumbe ante el mañana.

Sin alma vago por el camposanto
a sabiendas que es dominio de la nada.
Y allí reza el hombre sin sus sueños,
trasegado el rostro con sus lágrimas.

Me empodero de ti y te blasfemo
un minuto antes de echarte de mi mente,
revolviendo la tumba, penitente,
hallo allí al hombre que fui y te dio muerte.


Ricardo Tejerina


sábado, 6 de septiembre de 2014

EL CAMINO DEL INCA



Uno de los territorios más significativos de nuestra América Latina es el Perú. Casi como si fuera un sitio arqueológico en su totalidad, nos muestra las maravillas de la cultura incaica. En esta entrega veremos un poco más en detalle algunas características y singularidades del pueblo quechua y su gobernante, el Inca.

Perú es, en sí, una aventura. Llegar a tierras incaicas representa para el visitante con inquietudes culturales, espirituales o meramente turísticas, una experiencia que obliga a remontarse en el tiempo.
Se trata de un territorio plagado de naturaleza, arquitectura originaria y colonial, mestizaje y sincretismo cultural y religioso. La tierra del Inca, es por demás bella, pero también sobrecogedora y atrapante.
Para poder comprender una cultura se necesitan algunas competencias. Por ello, es bueno que repasemos juntos los orígenes del Inca, para, de tal modo, poder adentrarnos de mejor modo en la etnia quechua.
Si bien por uso y costumbre denominamos “incas” a los integrantes del pueblo, esa definición alcanza sólo al soberano. El Inca, por tanto, era el rey, el líder del pueblo. Si bien hay algunas polémicas discursivas alrededor, el pueblo que gobernaba el Inca era el quechua. En este caso el vocablo “quechua” responde a las características de un etnónimo, es decir, la palabra que sirve para definir una etnia. También, el quechua, es la lengua del pueblo, felizmente no perdida, pues en la actualidad se enseña y se exige en la educación formal del Perú. Enhorabuena. 
Los quechuas gobernados por el Inca son el último de los pueblos dominantes entre los siglos XII y XV del continente americano. El imperio incaico llegó a ocupar buena parte del territorio de lo que hoy es Perú, Colombia, Ecuador, Chile, Bolivia y Argentina, alcanzando a totalizar casi 12 millones de pobladores entre los naturales y los otros pueblos conquistados o sometidos voluntariamente al Inca.
La cultura incaica es ágrafa (no tiene escritura), pero rica en saberes matemáticos, arquitectónicos, astronómicos y medicinales. Prueba de ello es la ciudadela perdida de Machu Picchu, la que fue descubierta intacta en 1911 y conservada hasta la actualidad en un estado prácticamente original.
Se estima que en Machu Picchu vivieron alrededor de 700 a 1000 personas, la mayoría posiblemente nobles y sacerdotes, aunque también integrantes del pueblo raso. La magnificencia de la ciudadela es incuestionable. La sola contemplación de la capacidad constructiva y dimensión simbólica de aquel pueblo produce una revolución de los sentidos y una profunda reflexión interior.
Pero, la arquitectura incaica se encuentra diseminada por todo el Perú, no sólo en Machu Picchu. Lo que ocurre es que fuera de la ciudadela, todo ha sido intervenido, modificado, o maltratado por el conquistador español. Llama la atención ver como se han edificado conventos e iglesias cristianas sobre las construcciones originarias.
La ciudad de Cusco, que fue la capital del Imperio, es de una belleza y riqueza singular, declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1983. Rearmada a la usanza colonial, todo parte desde la centralidad de la Plaza de Armas, en la cual se destaca –imponente– la catedral cusqueña. 
Si se preguntan si es correcto escribir “Cusco”, rápidamente les diré que si bien también se acepta “Cuzco”, quien suscribe prefiere la forma que aceptan los naturales del lugar y no la que impusieron los conquistadores. “Cuzco” corresponde a la forma castiza, producto de la derivación fonética de la denominación original en quechua.
Las estrechas calles cusqueñas son una invitación tácita al tránsito a pie. Por doquier hay detalles y particularidades que sólo el caminante puede observar con detenimiento y precisión.
En una de esas callejas se encuentra la tradicional piedra de los doce ángulos. Se trata de una piedra amurada que posee cortes y encastres que totalizan doce ángulos, una demostración más de la precisión constructiva incaica, la que, por supuesto, nunca utilizó ningún elemento para unir, ligar o pegar las piedras, es decir, que las mismas sólo encajan y allí quedan, para todos los tiempos. Más aun, las construcciones originarias son antisísmicas, resistentes a los temblores y movimientos telúricos, muy frecuentes en la región.
De allí que es muy popular entre los cusqueños el culto al Señor de los Temblores. Se trata de un Cristo cobrizo y oscuro alojado en la catedral, el cual es sacado en procesión regularmente para así evitar los daños que producen esos fenómenos. He allí el sincretismo religioso. El encuentro de culturas y credos. El mestizaje simbólico. Un Cristo cobrizo, como súplica cristiana, pero también orgullo de la etnia originaria.
Recorrer, pues el Perú, es volver a las fuentes americanas. Una suerte de reconciliación con nuestra historia continental y una necesaria mirada crítica hacia la barbarie y saqueo del conquistador.
A través del escalamiento de cada terraza, o el ascenso por las escalinatas incaicas, o la aventura en la selva peruana, uno reconoce algún atisbo del mucho más extenso y fatigoso camino del Inca, ése que pudo haberle hecho mucho mejor a nuestra América Latina.
Hasta la próxima mirada.

El Ojo Críptico

sábado, 9 de agosto de 2014

MUNDIAL DE FÚTBOL: ALEGORÍA DE LA NACIÓN


Terminó el Mundial en tierra brasilera. La Meca del fútbol fue remisa con las aspiraciones de campeón de la Argentina luego de 24 años, pero recreó la relación del equipo nacional con el pueblo. En paralelo, la contienda deportiva más popular del mundo dejó mucha tela para cortar y habilitó la presente reflexión sobre la identidad, la nación, el éxito y el fracaso.

Pensaba… cuántas reflexiones y conclusiones nos permite extraer un Mundial de Fútbol, más ahora, con el resultado puesto. En verdad, muchas de esas conjeturas y sentencias corresponden a las formas alegóricas, ésas que nos hablan de unas cosas, pero que en realidad remiten o se refieren a otras. Dicho de otro modo: el fútbol como metáfora de la nacionalidad y la identidad, o también como metáfora de la gloria, la divinidad o el más profundo y ominoso infierno. Todo eso bajo la fachada de un deporte. ¿Es posible? Sí que lo es.
Es curioso, pero pocas cosas como el fútbol logran sacar a flor de piel las cuestiones identitarias y nacionales. Está muy claro que se trata de un deporte, que no supone –en una observación lineal y despojada– más que una justa atlética (y en algún punto estética), pero con el valor agregado de la “argentinidad” en estado puro, en nuestro caso.
Ciertamente, los jugadores no son héroes, ni próceres, ni tampoco abanderados de los grandes valores nacionales; pero sí son profesionales aptos que en instancias decisivas como las de un Mundial, se vuelven depositarios de una pasión colectiva y espejos de una ilusión que agiganta el orgullo, en una relación que involucra una destreza deportiva y la satisfacción plena de un país.
No hay mucha explicación más, pues los sentimientos no pueden explicarse fácilmente. Si vale un ejemplo, y sin que parezca una insolencia o una banalización, lo cierto es que el pueblo argentino sintió que Diego Maradona lo reivindicó en la Copa del Mundo de México 1986 con el gol a los ingleses (porque no fue el gol a la selección de fútbol inglesa, sino “a los ingleses” como nación). Y, por cierto valen cualquiera de los dos que convirtió o el combo completo, para mitigar el dolor supérstite de Malvinas. Quien diga que no lo sintió así, creo que miente, ¿o acaso el puño de Maradona elevándose por encima del arquero británico Peter Shilton no era el puño de todos los argentinos y por qué no de Dios?, ¿o la corrida del eterno diez desairando ingleses a diestra y siniestra no representaba una cabalgata de Valquirias, pero autóctonas y bien criollas?
Y no es banalidad, no señor. ¿Saben por qué? Porque el fútbol tiene ese extraño magnetismo que otras disciplinas no atesoran. Si no fuera así, ¿cómo se explica el pecho hinchado con el himno nacional tarareado en su versión para estadios, o la proliferación de banderas cubriendo casas y autos, o el uso de camisetas como verdaderas armaduras con los colores patrios? Todo eso es argentinidad, y la produce el fútbol, ni más, ni menos. La victoria deportiva, entonces, es alegoría del triunfo de la nación, de la superación de la adversidad, de la ilusión de protagonismo en el concierto mundial.
Pero…, siempre hay un pero, ¿qué pasa si perdemos? La estantería de nuestros valores se mueve como agitada por un movimiento telúrico. Aparecen las contradicciones, los desconsuelos, los reproches, la marcialidad y la distancia… Llega, sin permiso, el fin de la inocencia. Nuestro coqueteo con el éxito se vuelve merodeo con el fracaso. De pronto, todo el gozo y la pasión tornan en decepción y acritud. Guardamos pues las banderas, nos quitamos la camiseta y cambiamos de canal. Game over. La nación debe esperar cuatro años más, y el éxito y el fracaso –que no son otra cosa que dos grandes farsantes– se ríen de nosotros.
Me pregunto qué hubiera pasado si Messi la embocaba en el mano a mano que tuvo frente al arquero belga Curtois…, y qué diríamos si ese bellísimo remate cruzado de la final, en lugar de desviarse arteramente por apenas unos centímetros, ingresaba al arco y nos llenaba a todos la boca de gol… ¿No estaríamos, acaso, hablando del Mundial perfecto, con balón, botín y copa dorada? ¿No se escribirían infinitos artículos que tratarían de dilucidar cuál es más importante, si el ’86 de Maradona o el 2014 –que no fue– de Messi?
Me cuestiono porque nuestra tendencia, mayormente, va a favor de la puja y no de la complementación; y porque queremos que Messi haga el gol de Diego, y luego polemizar acerca de cuál vale más. Eso también es argentinidad, pero demostrada a través de su rasgo o faceta menos favorable.
A fe les digo que el destino es caprichoso. Que lo que da por un lado, lo niega por el otro. Nos dio a D10S y nos quita al MESSIas… Aunque, esta vez, lo tuvimos ahí cerquita, en la tierra prometida, en el suelo consagrado. Igual, ¿quién nos quita lo bailado?
Tal vez podamos disfrutar de este momento, sin exitismos a ultranza ni decepciones innecesarias. Sabiendo que es mejor sumar que dividir. No postrándonos ante la farsa del éxito y el fracaso. Y sabiendo, que la alegoría de la nación también debe volverse realidad, más allá de la pelota.
Hasta la próxima mirada.
El Ojo Críptico


miércoles, 30 de julio de 2014

1939 - 1945

Edvard Munch

Las horas caen entre la arena del reloj,
irremediables.
La tierra baldía no sepulta cadáveres
y la sinrazón del tirano es ley y moneda.
El honor se incinera con cada cuerpo
o duerme su ignominia en una cámara de gas.
En la guarida del lobo
el monstruo ensaya el rictus final.

Ricardo Tejerina


jueves, 24 de julio de 2014

TE CONFIESA LA PIEL

Man Ray

Me bebí tu historia
sin comas ni puntos.
Pero… no creí tus signos
ni me conmovieron
las metáforas.
Sin velos ni antifaces
te confiesa la piel.
Pude leer sobre tu cuerpo
las palabras más crueles
escritas con la letra de otro.


Ricardo Tejerina